En el anuncio del periódico lo decía bien claro: Se busca incrédulo con experiencia mínima demostrable de 5 años. Ofrecemos trabajo estable muy bien remunerado. Interesados mandar currículum vitae con foto al siguiente e-mail: TEM@artificial.com.
La oferta de trabajo me hizo sonreír, pensé que seguramente se trataba de alguna broma estúpida perteneciente a algún programa de televisión. Gravarían a los pobres incautos con cámara oculta para luego en pleno prime time reírse a costa de ellos.
No obstante, el anuncio me hizo reflexionar sobre mi condición de incrédulo. Porque el no creerme el contenido del anuncio me convertía, automáticamente, en un buen aspirante al trabajo ofertado. Volví a sonreír al descubrir la divertida paradoja que se producía con todo esto.
Mientras encendía el ordenador y escuchaba sus ruidos mecánicos seguí indagando más profundamente en mi incredulidad. Ciertamente, yo era un tipo bastante escéptico, debido quizás a mi labor como trabajador social, en la que, día a día, tenía que convivir con mendigos, emigrantes ilegales, drogadictos, putas, adolescentes inadaptados, presos y un sinfín más de desheredados sociales. Vivir tan cerca ese tipo de situaciones me hacía desconfiar de eso que llaman la bondad del ser humano.
En mi vida de pareja soy feliz. No creo en el amor y en eso radica, precisamente, el secreto de mi éxito. Me casé con mi mejor amiga, una manera práctica de sentir equilibrio emocional sin grandes riesgos ni complicaciones.
El ordenador ya estaba preparado para mandar mi currículum con foto incluida, no obstante, apreté al ENTER con recelo. Ahora solo tenía que esperar.
A las dos semanas una voz fría y metálica me informó de que había sido preseleccionado para aquel trabajo, me sorprendí un poco cuando me comunicaron que ellos mismos pasarían a recogerme. Con asombrosa puntualidad vino a por mí un coche grande y elegante de cristales ahumados.
Recuerdo que las oficinas estaban en un sitio enorme de forma pentagonal, tuve que pasar por fuertes medidas de seguridad. Por fin, llegué a una sala, en la que una atractiva secretaria me pidió amablemente que la siguiera, mientras recorríamos lo que parecía un pasillo interminable me explicó que en el edificio donde me hallaba trabajaban unas 23.000 personas distribuidas en 5 pisos con 5 corredores cada uno y que, pese a que hay 28,16 km de pasadizos, solo se requieren unos 7 min para caminar entre dos puntos cualesquiera del edificio, fue exactamente lo que tardamos en llegar a un pequeño despacho en el que me recibió un hombre alto y corpulento de edad indeterminada, me estrechó con fuerza la mano y con simpatía desbordarte me invitó a que me sentara. Seguidamente, sacó una carpeta de plástico del cajón de su mesa y durante unos 10 min empezó a detallar mi vida desde mi nacimiento hasta ese mismo día: nombre de mis padres, colegios, amigos, novias, trabajos… ni siquiera se le escaparon los 3 años que estuve jugueteando con las drogas. Todo aquello me empezaba a enojar, con toda la sequedad que me permitía mi educación hablé.
-¿En qué consiste el trabajo?
-Digamos que en mentir -dijo sin perder la sonrisa-.
-Creí que buscaban un incrédulo.
-Para ser un buen mentiroso, primero, hay que ser un gran incrédulo.
-Si es algo ilegal olvídese de mí.
-Créame que es legal, lo llevamos haciendo muchos años. No sé si esto que le voy a decir ahora logrará tranquilizarle pero es un trabajo para el Estado.
Transcurrió 1 min de incómodo silencio. Estaba empezando a perder mi paciencia ante tanto misterio, creo que él lo notó y su rictus se convirtió en seriedad, agarró mi mano casi de forma femenina y me habló como se le habla a un niño perdido.
-Mire, no podemos decirle en qué consiste el trabajo hasta saber si está preparado o no para él. Necesitamos 2 años para comprobarlo. Será un tiempo de aprendizaje para usted y para nosotros, para ello tendrá que vivir aquí con su familia. Le garantizo que se podrá marchar cuando quiera. Por supuesto, el tiempo que esté con nosotros percibirá unas cantidades muy suculentas. Le podemos cambiar la vida y usted nos la puede cambiar a todos nosotros, la única condición es que no le diremos en qué consiste el trabajo hasta el último día de entrenamiento.
Acepté. Fueron 2 años duros e interesantes. El aprendizaje consistía en saber cautivar, moverme, adivinar lo que no se dice con palabras... Me leía todas las mañanas los veinte periódicos más importantes del mundo, me enseñaron el conocimiento de los filósofos más importantes, supe los pros y los contras de todas las corrientes políticas. El entrenamiento no solo era mental, sino también físico (pesas, boxeo, natación, ajedrez…), pero la asignatura primordial o más relevante en la que no se podía flojear era la mentira, ellos me decían que lo tenía que hacer por el bien de la humanidad.
No me fue mal, fui un alumno aventajado. Según ellos, el mejor que nunca habían tenido, de hecho, fui el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos.
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