viernes, 14 de agosto de 2009

JOHN DEEP (nuevo)

Todos los expertos en escribir relatos cortos te aconsejan no matar a tu protagonista. Pero yo hice caso omiso a esa recomendación y acabé mi cuento finiquitando a John Deep. No podía dejar que se escapase vivo el ser más despreciable, ruin y malvado que había salido de no sé qué rincón de mi mente. Durante toda mi historia solo se dedicó a humillar, destruir y machacar la vida de los personajes que lo rodeaban. Puse el punto final precipitando su coche a un vertedero de basura, desecho con desecho, me dije y esas fueron las palabras finales que escribí.
Apagué el ordenador sobre la medianoche. Estaba exhausto después de 6 h seguidas de escritura. Me fui a la cama con la sensación del deber cumplido. Ejecutar a John Deep no había sido tarea fácil y tengo que admitir que me quedó en los labios un cierto regusto a victoria.
A las 3 a.m. me sobresaltó el sonido del teléfono, adormilado y con la preocupación de quién podía estar llamándome a esas horas atendí la llamada. Al otro lado de la línea una voz metálica y oscura que me costaba entender:

-Has dejado demasiados cabos sueltos, sigues siendo un mal escritor. De nada te sirve el taller literario al que vas.

-¿Quién es usted? ¿Qué quiere decir?

-En tu cuento dices que mi coche cae rodando por un precipicio de 3 metros. Nadie se mata desde esa distancia y mucho menos aún cayendo en un vertedero de basura donde las bolsas, plásticos y material orgánico amortiguan el golpe…

Corté el teléfono con brusquedad, todo mi cuerpo empezó a temblar. Fui al baño y me lavé la cara, mirándome al espejo hice un esfuerzo por tranquilizarme, intenté convencerme de que todo había sido una pesadilla, que el suceso acontecido formaba parte de mi imaginación. Llevaba demasiados días con ese cuento y tanta intensidad había pasado factura a mi subconsciente. Seguro que es eso, pensé mientras me hacía una infusión para relajarme.

Conseguí calmarme y volví a meterme en la cama, no pude evitar sonreír al pensar que el protagonista de mi pesadilla y de mi relato tenía razón. Había dejado demasiados cabos sueltos.

-No te preocupes, me dije a mí mismo en voz alta. Mañana a primera hora cambio el vertedero por un precipicio de 30 m y haré explotar tu coche por los aires. Entonces, volvió a sonar el teléfono.

Esta vez estaba realmente aterrorizado, la misma voz de antes me indicaba que mirara por la ventana. Allí abajo estaba él, tal y como yo lo había descrito en mi texto: alto, corpulento y con una mirada de odio que era capaz de penetrarte hasta lo más hondo. El miedo se apodero de mí. No entendía qué estaba pasando. Ese tipo que yo había creado en la ficción estaba en mi calle mirando fijamente a mi ventana. Decidí llamar a la policía. Pero cuando les conté toda la historia tal y como había sucedido me amenazaron con detenerme si volvía a llamar con una broma semejante, no me dio tiempo a pensar en otra solución. Alguien estaba manipulando la cerradura de mi puerta. Me rendí. Sabía que no tenía nada qué hacer. Había construido un personaje inteligente, sin escrúpulos. Al que se le daba especialmente bien: golpear, esconderse, abrir cerraduras, romper ventanas, disparar sin dejar huellas y mil detalles más que le hacían invencible ante un tipo como yo.
No opuse resistencia. Encendí el ordenador y con el sentado a mi lado escribí esta historia en la que John Deep acaba vivo y vencedor.
Después de que me sucediera todo esto me dedico a la novela erótica.

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